El sector se enfrenta a una difícil encrucijada y debate cómo garantizar el soporte de alto rendimiento de las infraestructuras de IA y la urgencia de reducir su consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero.
En 2024, el sector de los data center se enfrentará a un escenario con dos impulsos o necesidades enfrentadas: la sostenibilidad y la inteligencia artificial. Hoy, más allá de los evidentes esfuerzos por mejorar su eficiencia, su implantación implica un crecimiento casi exponencial de la llamada “huella de carbono”, siempre que no se acompañe de un aumento critico en la eficiencia de sus instalaciones.
Se trata de un desafío complicado, pero que hay que afrontar con urgencia, seguramente a través de colaboraciones entre centros de datos, proveedores de infraestructura y los fabricantes de servidores.
Se trata de un desafío complicado, pero que hay que afrontar con urgencia, seguramente a través de colaboraciones entre centros de datos, proveedores de infraestructura y los fabricantes de servidores (y de chips, claro). Hay, de hecho, una oportunidad en un horizonte temporal no muy lejano: las imprescindibles actualizaciones a gran escala de las infraestructuras de alimentación y refrigeración, un buen momento para introducir cambios, y en particular tecnologías y formas de actuar que sean más respetuosas con el entorno.
Asimismo, se está trabajando en el desarrollo de alternativas al almacenamiento energético, y ya hay en marcha experiencias piloto para la diversificación de las estrategias de inversión y despliegue.