Estos chips pequeños, pero de enorme potencia, se encargan ya de muchas de nuestras interacciones tecnológicas cotidianas.
A diferencia de las CPU u otros procesadores de propósito general, los ASIC están diseñados para encargarse en exclusiva de una tarea concreta. Su especialización, de hecho, ofrece bastantes ventajas en lo que a rendimiento, eficiencia y costes se refiere, siendo clave en lo que ya conocemos como “computación optimizada”.
En concreto, un ASIC es una herramienta creada para un único propósito o actividad, lo que le permite llevar a cabo dicha tarea con una eficiencia espectacular.
Su mercado, lógicamente, está en expansión, y a día de hoy se calcula que el tamaño del mercado ASIC alcanzaría los 53.000 millones de dólares en 2030, un crecimiento impulsado por los avances en inteligencia artificial, las mejoras en la infraestructura de red y la proliferación de aplicaciones especializadas, como por ejemplo la minería de criptomonedas.