Ha pasado ya un año y medio desde el inicio de la Pandemia, y casi medio desde que Apple presentó por todo lo alto el abanico de dispositivos que ya incorporan su célebre chip M1, hecho a medida. Lo podéis ver, por cierto en este alucinante anuncio televisivo titulado Misión Implausible.
Este nuevo chip es, literalmente, un salto de gigantes, pues incluye la friolera de 16.000 millones de transistores en un microprocesador que no supera el tamaño de una caja de cerillas. Todo un triunfo de la técnica y la innovación. Pero mientras esto ocurre, la realidad es que hay una escandalosa y temible escasez de microchips en el mercado, y sobre todo de aquellos chips de bajo coste que posibilitan un buen número de las tecnologías más en boga. De hecho, las consecuencias ya están siendo devastadoras. Sin ir más lejos, muchos fabricantes de coches están parando o directamente cerrando sus líneas de montaje, con los subsiguientes despidos, pues no hay suficientes chips para los sistemas los sistemas de navegación o las pantallas táctiles de los vehículos, entre otras funcionalidades.
La realidad es que hay una escandalosa y temible escasez de microchips en el mercado, y sobre todo de aquellos chips de bajo coste que posibilitan un buen número de las tecnologías más en boga.
Pero es que se ha ralentizado la producción de multitud de dispositivos, como ordenadores portátiles, consolas de videojuegos, smartphones, televisores o electrodomésticos inteligentes, todo por la misma causa. Así que la pregunta obligada es: ¿qué está pasando realmente? Se llama concentración del mercado. Porque aunque los microchips son esenciales para muchos, muchísimos productos, su desarrollo y fabricación está hora mismo en manos de un número muy pequeño de productores con capacidad limitada para la producción de chips básicos. Y al tratarse de una industria muy poco flexible, con procesos de fabricación trabajosos y largos, no parece que ahora mismo dicha industria tenga cintura para poder acelerar la producción, justo en un momento de aumento de la demanda provocado por la Pandemia.
Únicamente la norteamericana Intel, la coreana Samsung y la taiwanesa TSMC tienen instalaciones para la producción de los chips más avanzados.
Ahora mismo, únicamente la norteamericana Intel, la coreana Samsung y la taiwanesa TSMC tienen instalaciones para la producción de los chips más avanzados, aunque la primera se esfuerza por mantenerse al día tras incumplir repetida y dramáticamente los plazos de producción de sus últimas generaciones.
La explicación para este caos está en que, sencillamente, la abrumadora mayoría de los clientes de chips no pueden o no quieren pagar los modelos más novedosos. Y claro, resulta que los gigantes de la industria se han centrado precisamente en construir fábricas de vanguardia, pero que no producen los chips que casi todo el mundo necesita. Hablando en plata: nadie construye hoy en día equipos de fabricación de semiconductores que permitan mantener las tecnologías más antiguas, lo que tiene un efecto rebote: los chips básicos más económicos se van volviendo un poco más caros cada vez.
La industria global de los semiconductores está obligada a duplicar su capacidad de producción hasta el año 2030 para satisfacer las expectativas o proyecciones de demanda.