Según algunos estudios, en 2025, 9 de cada 10 empresas habrán incorporado ya a un arquitecto de automatización a sus plantillas. Hoy, el porcentaje es de apenas un 20%, así que el salto será exponencial, y ocurrirá en apenas 3 años. ¿Cuál es la razón?
La automatización y la Inteligencia Artificial ya son dos de los caminos que aparecen en el futuro inmediato de muchas compañías. De hecho, armarse con una infraestructura inteligente sólida, consistente, capaz de auto-supervisarse y repararse es algo que hace bien poco nos sonaba a magia o ciencia ficción, pero ya es una realidad, aunque existe el riesgo de empezar la casa por el tejado. Antes de acometer cambios de esta naturaleza, conviene realizar una evaluación profunda de los procesos internos, con el objetivo de averiguar qué herramientas o tecnologías son las adecuadas para cada organización.
El objetivo, por supuesto, es responder a las necesidades reales de las empresas, y es por eso que es imprescindible la figura de un responsable de evaluar y prever necesidades actuales y futuras y, sobre todo, capaz de ver el valor agregado.
Muchas organizaciones están llevando a cabo procesos con el fin de maximizar el empleo de Inteligencia Artificial en sus centros de datos, y otras tantas han iniciado el proceso de trasladar casi toda su infraestructura a la nube, lo que necesariamente exige de un cambio de cultura organizacional: todas las personas que forman la organización deberán estar implicados en el proceso de transformación, para que este sea orgánico y responda realmente a las necesidades de quienes trabajan día a día en la organización.